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sábado, 4 de diciembre de 2010

Instrucciones para limpiar unas gafas


Todo el mundo sabe que sus gafas están sucias pero a todo el mundo le da pereza limpiárselas. Pues bien, el primer paso es buscar la gamucilla de las gafas y nunca quitarse las gafas sobre todo si tienes miopía.

Suele ser inútil buscar la gamucilla donde sabes que no va a estar, pero por si las moscas, tu míralo que luego nunca se sabe. Otro punto muy importante a tener en cuenta es que debes revisar un par de veces los lugares en los que buscas ya que si la primera vez no la ves, no te preocupes porque a la segunda, tercera o última vez que vayas a buscar, alguien milagrosamente y sin saber cómo, lo habrá puesto enfrente de tus narices, tan a la vista que nunca te hubieras imaginado que pudiera estar allí.
Si después de todo esto no encuentras la gamuza, debes mirar dentro de la funda de las gafas. Eso no suele fallar. Pero si aun así, después de una hora buscando y sin encontrar nada, se puede usar un  pañuelito. En este caso, la limpieza no resulta muy efectiva ya que los pañuelitos suelen desprender minúsculas partículas casi imperceptibles pero de las que siempre te acabas percatando.

Una vez que ya se ha encontrado el objeto con el cual se va a proceder a limpiar los binoculares, es esencial coger con una mano las gafas y con la contraria el objeto. Si no puede resultar un poco complicado.
Debes intentar coger las gafas por el lugar que no tiene los cristales y la gamucilla es más efectiva si se sujeta con el dedo índice y pulgar.

El siguiente paso es llevar los objetos tan cerca que lleguen a juntarse. Una vez juntos, es importante que el cristal quede como un sándwich entre dos partes de la gamuza. Una vez preparado el sándwich, procedemos a elevar un dedo y simultáneamente a bajar el otro y a dejar quietas las gafas. Debemos, para que sea efectivo, realizar este procedimiento unas cinco veces como mínimo, pero tampoco nos debemos pasar ya que no se trata de sacar brillo y deslumbrar al que te mire, ni reducir los cristales gordos a una lamina que se rompa con la mirada o la próxima vez que los limpies.

También es importante no apretar mucho, hacerlo con delicadeza, como si de acariciar a un bebe se tratase porque sino, puedes pasar de tener binoculares a dos monoculares.
Si en el caso de hacerlo con delicadeza viéramos que la acción no da resultado, debemos acercar ligeramente las gafas a la boca (pero sin llegar a comérnoslas) y echar una breve bocanada de aire para así conseguir que, con el contraste del frío y l calor, se empañen y crear un poco de humedad.

Una vez obtenida la humedad, volvemos a realizar el mismo procedimiento y cuándo estén limpias, cogeremos la gamuza y la guardaremos en la funda para que la próxima vez no tengamos que repetir los mismo y tardar media hora en limpiar nuestras queridas gafas. Aunque todos sabremos que no la encontraremos… ¡Ley de Murphy!


Por último. Cogemos nuestras gafas ya limpias y las elevamos hasta la altura de los ojos. Nos las ajustamos a la nariz y detrás de las orejas con delicadeza (que tampoco de trata de incrustarlas). 
            Se sujetan solas.

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