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martes, 22 de mayo de 2012

Toda clase de pieles


En un país muy muy lejano, encima de una alta montaña, había un palacio  donde vivían un rey alto y esbelto y la más hermosa de las mujeres, la reina. Un día recibieron la noticia de que la reina estaba esperando un bebé y ¡era una niña! Los reyes se pusieron muy contentos pero la reina se cansó mucho tras el parto. Y una noche le entrega a su marido una cadena con el anillo de la boda y una medalla de oro para que él se lo diese a su pequeña hija cuando fuera mayor. Además como no quiere que el rey se quede solo, hace que le prometa una cosa, que como es joven y no han podido tener un niño para que herede el reino, debería  volver a casarse. La única condición que la reina le puso fue que sólo se podía casar con una mujer más bella que ella, cosa que era muy complicado ya que ella era la mujer más guapa. El rey como no podía hacer otra cosa, aceptó el trato.

El rey al principio estaba tan triste por lo que había pasado que no quería casarse con nadie, pero tras unos años después empezó a buscar una posible candidata, pero claro, tenía que ser aun más bella que su mujer y eso era complicado.
EL rey hizo un montón de fiestas invitando a las princesas más hermosas de los pueblos vecinos y lejanos, pero ninguna le parecía más guapa que su esposa. Más tarde, invitó a princesas de otros reinos mucho más lejano, después princesas de todo el mundo…pero nada, no encontraba a la mujer perfecta.
Pasó el tiempo y tras las semanas llegaron los meses y tras los meses los años.

El rey estaba triste, triste porque no encontraba una princesa más bella que su mujer y su hija también lo estaba porque no quería verle así que un día se levantó temprano y después de pensárselo mucho decidió que ella misma buscaría a la futura esposa de su padre. Como había pensado un plan le pidió a su padre varias cosas para lograrlo. Necesitaría
dos vestidos para ponérselos en los bailes y deslumbrar, uno tan plateado y brillante como la luna y otro tan dorado y brillante como el sol, pero como por las noches hacía mucho frío también iba a necesitar una capa de toda clase de pieles. Después de unas semanas, el rey le dio a su hija lo que le había pedido y le preguntó cuál era su intención.

Al enterarse de la intención de su hija el rey no compartía la misma opinión por lo que no la dejó salir del reino porque no se iba a arriesgar a perder a alguien más. Desobedeciendo las ordenes de su padre, la princesa se puso el abrigo de toda clase de pieles cogió sus hermosos vestidos y el collar de su madre y salió a escondidas de allí.
Durante el día se tenía que esconder para no ser descubierta y por la noche avanzaba para alejarse lo más posible del castillo. Para que nadie la reconociera como la princesa del reino, se pintó de negro las manos y la cara.

Una mañana que estaba escondida dentro de la corteza de un árbol oyó a unos hombres paseando con sus perros que, desgraciadamente la descubrieron. Los hombres se la llevaron a un castillo donde había un príncipe esperándoles. Al oír eso se dio cuenta de que ya no estaba en las cercanías de su reino.
La princesa no les dijo a los hombre cómo se llamaba por miedo a que su padre la estuviera buscando a pesar de que ellos insistían en saberlo así como la encontraron con un abrigo raro, la llamaron toda clase de pieles.
Al llegar al castillo, el cocinero la colocó con él en las cocinas, ya que había mucho jaleo porque estaban preparando dos noches espectaculares de baile para elegir esposa.
Toda clase de pieles buscó la forma de asistir al baile e insistió al cocinero para ver si la podía dejar ir al baile un rato porque nunca había estado en uno. El cocinero aceptó y le pidió que no tardase mucho porque tenían que terminar de recoger.
Tan rápido como pudo fue corriendo a su cuarto, se limpió las manos y la cara y se puso el vestido tan dorado como el sol, se peinó un poco y entró al baile. Todo el mundo quedó deslumbrado por la princesa y como nadie la conocía empezaron a rumorear quién podría ser. El príncipe al verla, la invitó a bailar para averiguar más cosas sobre ella. Después de un rato, la princesa se dio cuenta de que se había hecho muy tarde y tenía que irse, el príncipe la intentó seguir pero la perdió entre la multitud.

Entró en su habitación se volvió a tiznar las manos y la cara y regresó tan rápido como pudo a la cocina. El cocinero le dijo que príncipe había pedido la sopita de todas las noches y que si se la podía acercar. Así que la princesa hizo la sopa y se la subió a la habitación al príncipe. Antes de llegar a su cuarto, la joven le metió en su sopa un objeto de su cadena y le dejó el plato al príncipe en su habitación y se fue.
El príncipe al descubrir el curioso objeto en su plato le resultó conocido. Tras pensar un rato, se dio cuenta de que pertenecía a la chica misteriosa, lo guardó, sonrió y se fue a dormir.

Al día siguiente el príncipe le preguntó al cocinero que quién había hecho el caldo porque estaba más bueno que de costumbre, pero el cocinero respondió que fue él mismo.
Esa misma noche toda clase de pieles se puso el vestido tan plateado y brillante como la luna.
El príncipe al verla de nuevo, no se quería separar de ella ni soltarla para no volver a perderla de vista. En un momento dado, el príncipe cogió a la princesa de las manos y sin que ella se diese cuenta, le puso un anillo en uno de sus dedos. La princesa al poco volvió a desaparecer. Se tizno otra vez la cara pero esta vez se le olvidaron las manos.
La princesa por segunda vez vuelve a la habitación del príncipe y esta vez le mete en su caldo el anillo de su madre. Al dejarle la sopa al príncipe, éste muy astuto, le dijo que tenía que esperar para bajarle el plato a la cocina. Ella intenta rehuir la orden pero el príncipe insiste en que él es el príncipe y él manda por lo que se tenía que quedar en la habitación hasta que se tomara la sopa.

El príncipe empezó a tomarse la sopa observando de arriba abajo a la princesa. Cuando el príncipe descubre el anillo en su caldo, le pregunta a la princesa si sabe de dónde ha salido el anillo que se podía haber atragantando pero ella dice que no lo sabe.
De repente, el príncipe se levantó con cuidado y mirando a la princesa muy detenidamente, le dice que el anillo que se ha encontrado, tiene un compañero y que él sabe dónde está. Le coge la mano a la princesa y le dice que ese es su compañero. Sin pensárselo dos veces, se besaron apasionadamente y después de unos días se casaron y comieron perdices.

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