En un país muy muy lejano, encima de una alta
montaña, había un palacio donde vivían un rey alto y esbelto y la más
hermosa de las mujeres, la reina. Un día recibieron la noticia de que la reina
estaba esperando un bebé y ¡era una niña! Los reyes se pusieron
muy contentos pero la reina se cansó mucho tras el parto. Y una noche le
entrega a su marido una cadena con el anillo de la boda y una medalla de oro
para que él se lo diese a su pequeña hija cuando fuera mayor. Además como no
quiere que el rey se quede solo, hace que le prometa una cosa, que como es joven
y no han podido tener un niño para que herede el reino, debería volver a casarse. La única condición que la
reina le puso fue que sólo se podía casar con una mujer más bella que ella,
cosa que era muy complicado ya que ella era la mujer más guapa. El rey como no
podía hacer otra cosa, aceptó el trato.
El rey al
principio estaba tan triste por lo que había pasado que no quería casarse con
nadie, pero tras unos años después empezó a buscar una posible candidata, pero
claro, tenía que ser aun más bella que su mujer y eso era complicado.
EL rey hizo un montón de fiestas invitando a las
princesas más hermosas de los pueblos vecinos y lejanos, pero ninguna le
parecía más guapa que su esposa. Más tarde, invitó a princesas de otros reinos mucho
más lejano, después princesas de todo el mundo…pero nada, no encontraba a la
mujer perfecta.
Pasó el tiempo y tras las semanas llegaron los meses y
tras los meses los años.
El rey estaba triste, triste porque no encontraba una
princesa más bella que su mujer y su hija también lo estaba porque no quería
verle así que un día se levantó temprano y después de pensárselo mucho decidió que
ella misma buscaría a la futura esposa de su padre. Como había pensado un plan
le pidió a su padre varias cosas para lograrlo. Necesitaría
dos vestidos para ponérselos en los bailes y
deslumbrar, uno tan plateado y brillante como la luna y otro tan dorado y
brillante como el sol, pero como por las noches hacía mucho frío también iba a
necesitar una capa de toda clase de pieles. Después de unas semanas, el rey le dio
a su hija lo que le había pedido y le preguntó cuál era su intención.
Al enterarse de la intención de su hija el rey no
compartía la misma opinión por lo que no la dejó salir del reino porque no se
iba a arriesgar a perder a alguien más. Desobedeciendo las ordenes de su padre,
la princesa se puso el abrigo de toda clase de pieles cogió sus hermosos
vestidos y el collar de su madre y salió a escondidas de allí.
Durante el día se tenía que esconder para no ser
descubierta y por la noche avanzaba para alejarse lo más posible del castillo.
Para que nadie la reconociera como la princesa del reino, se pintó de negro las
manos y la cara.
Una mañana que
estaba escondida dentro de la corteza de un árbol oyó a unos hombres paseando con
sus perros que, desgraciadamente la descubrieron. Los hombres se la llevaron a
un castillo donde había un príncipe esperándoles. Al oír eso se dio cuenta de
que ya no estaba en las cercanías de su reino.
La princesa no
les dijo a los hombre cómo se llamaba por miedo a que su padre la estuviera
buscando a pesar de que ellos insistían en saberlo así como la encontraron con
un abrigo raro, la llamaron toda clase de pieles.
Al llegar al castillo, el cocinero la colocó con él en
las cocinas, ya que había mucho jaleo porque estaban preparando dos noches espectaculares
de baile para elegir esposa.
Toda clase de pieles buscó la forma de asistir al
baile e insistió al cocinero para ver si la podía dejar ir al baile un rato porque
nunca había estado en uno. El cocinero aceptó y le pidió que no tardase mucho
porque tenían que terminar de recoger.
Tan rápido como pudo fue corriendo a su cuarto, se
limpió las manos y la cara y se puso el vestido tan dorado como el sol, se
peinó un poco y entró al baile. Todo el mundo quedó deslumbrado por la princesa
y como nadie la conocía empezaron a rumorear quién podría ser. El príncipe al
verla, la invitó a bailar para averiguar más cosas sobre ella. Después de un rato,
la princesa se dio cuenta de que se había hecho muy tarde y tenía que irse, el
príncipe la intentó seguir pero la perdió entre la multitud.
Entró en su habitación se volvió a tiznar las manos y
la cara y regresó tan rápido como pudo a la cocina. El cocinero le dijo que
príncipe había pedido la sopita de todas las noches y que si se la podía
acercar. Así que la princesa hizo la sopa y se la subió a la habitación al
príncipe. Antes de llegar a su cuarto, la joven le metió en su sopa un objeto
de su cadena y le dejó el plato al príncipe en su habitación y se fue.
El príncipe al descubrir el curioso objeto en su plato
le resultó conocido. Tras pensar un rato, se dio cuenta de que pertenecía a la
chica misteriosa, lo guardó, sonrió y se fue a dormir.
Al día
siguiente el príncipe le preguntó al cocinero que quién había hecho el caldo
porque estaba más bueno que de costumbre, pero el cocinero respondió que fue él
mismo.
Esa misma noche toda clase de pieles se puso el
vestido tan plateado y brillante como la luna.
El príncipe al
verla de nuevo, no se quería separar de ella ni soltarla para no volver a
perderla de vista. En un momento dado, el príncipe cogió a la princesa de las
manos y sin que ella se diese cuenta, le puso un anillo en uno de sus dedos. La
princesa al poco volvió a desaparecer. Se tizno otra vez la cara pero esta vez
se le olvidaron las manos.
La princesa por segunda vez vuelve a la habitación del
príncipe y esta vez le mete en su caldo el anillo de su madre. Al dejarle la sopa
al príncipe, éste muy astuto, le dijo que tenía que esperar para bajarle el
plato a la cocina. Ella intenta rehuir la orden pero el príncipe insiste en que
él es el príncipe y él manda por lo que se tenía que quedar en la habitación
hasta que se tomara la sopa.
El príncipe
empezó a tomarse la sopa observando de arriba abajo a la princesa. Cuando el
príncipe descubre el anillo en su caldo, le pregunta a la princesa si sabe de
dónde ha salido el anillo que se podía haber atragantando pero ella dice que no
lo sabe.
De repente, el
príncipe se levantó con cuidado y mirando a la princesa muy detenidamente, le
dice que el anillo que se ha encontrado, tiene un compañero y que él sabe dónde
está. Le coge la mano a la princesa y le dice que ese es su compañero. Sin pensárselo
dos veces, se besaron apasionadamente y después de unos días se casaron y
comieron perdices.
Perfecto. Te pongo el otro como voluntario.
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